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Dar la sonrisa, la historia de Cristina

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En los paisajes de Dabeiba y en su gente habitan aún los rastros de violencia, el desplazamiento forzado y los falsos positivos que dejó el conflicto armado. Para que nos hagamos una idea, el 82% de los habitantes de este municipio de Antioquia fueron víctimas de ese conflicto.

Dentro de porcentaje de víctimas se encuentra Cristina Echavarría de 31 años. Una mujer nacida y criada en Dabeiba, que lleva 3 años en la Cooperativa Confiar, o como ella dice “en esta hermosa cooperativa”.

Cristina, viene de una familia numerosa, por parte de su padre Víctor Rivera, quien fue panelero, y tuvo cuatro esposas, tiene más de 40 hermanos y de su madre, incluyéndola a ella, son siete, tres hermanos, tres hermanas y la hermana que ya no está.

Cristina la menor, la niña de la casa, es una mujer que no se rinde, sigue y sigue hasta lograr sus objetivos. En Medellín terminó sus estudios en El Tecnológico de Antioquia, donde estudió su carrera de gestión financiera. Actualmente, va para el quinto semestre de contaduría pública en la universidad española de La Rioja.

La infancia no se olvida

Con tan solo siete años, Cristina se levantaba a las 5:00 de la mañana para ayudar a su madre a moler maíz para hacer arepas, salir a venderlas más tarde y luego ir a estudiar.

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Hermilda, su madre, vendía lo que fuera y saliera de su sazón: arepas, morcilla, arroz con leche… y sus hijos e hijas, estaban ahí para ayudarle y trabajar en equipo.

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El impacto de la violencia en su infancia fue grande, para ella y toda su familia. “Y en ese ir y venir de vender… había balaceras, entonces cualquiera en la calle me entraba a cualquier casa hasta que pasaran y cuando salía otra vez, lamentablemente veía al conocido o la conocida ahí tirada en la calle”, recuerda Cristina.

Como muchas familias, la de Cristina, también recibió violentas amenazas, por ende, se desplazaron a Medellín, donde Cristina de nueve años, se quedó dos años sin estudiar. “Cuando regresamos, mis hermanas permanecieron en Medellín trabajando y desde allá nos mandaban para sostenernos. Recibíamos ayudas del gobierno y mis hermanos también trabajaban así no tuvieran educación avanzada”, cuenta Cristina.

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Actualmente, de todos sus hermanos y hermanas, es Cristina quién vive con su madre Hermilda de 68 años “mi mamá está muy entera, esa mujer no se cansa, antes hay que decirle que descanse, pero ella sigue ahí alentada”, dice Cristina sobre Hermilda, quien con fortaleza crio a sus hijos e hijas. “Mi mamá se siente súper orgullosa, dice que, de todos los hijos, de mí es la que más ha recibido títulos, porque siempre la llevo a recibir los diplomas”.

El perrenque se llama Dabeiba

Cristina iba para sexto de bachillerato cuando regresó a su municipio. Ahí se dio cuenta de la fuerza de su gente. “Somos personas luchadoras y de perrenque; muchos perdimos familiares, otros sus negocios o casitas y ver a esas personas renacer, crecer y ver que pudimos, ¡eso es verdaderamente importante!”, dice Cristina, quién también tiene su propia historia.  Además, Dabeiba continúa siendo una frontera del conflicto y aunque hubo una reincorporación, “se siguen viendo cosas pesadas, lamentablemente uno aprende a vivir con eso… es el país que nos tocó”.

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Cristina, definitivamente no se rinde. El estudio ha sido un norte importante en su vida y lo sigue siendo. El desempleo, no es uno de sus miedos, porque desde niña sabe lo que es el rebusque y la berraquera.

Y como creyente de la educación, es el apoyo que le da a su sobrina Carolina que ya va en el sexto semestre de la universidad, “ese es el mejor legado que se le puede dar a la familia”, dice convencida, Cristina.

Su llegada a Confiar​​

Antes de Confiar, Cristina estuvo en un trabajo al cual, según ella, “iba por inercia, por ir. ¡En mi vida quiero volver a eso!”. Un día una amiga la llamo y le dijo “Cris, es que iba a aplicar a un trabajo en una cooperativa que no me acuerdo cómo se llama, pero no puedo porque no tengo la experiencia, aplique usted que sí la tiene”.

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Al ver el correo con la información de la vacante, cogida de la tarde, Cristina se subió al Metroplus, “no sé ni cómo organicé esa hoja de vida, yo dije ¡a la mano de Dios!, Me tocó llamar a mi sobrino para que me la terminara de pulir y empecé yo con mi trajín a mirar el correo todos los días en los pocos tiempos de descanso”, narra Cristina.

Una vez en la entrevista, Cristina se vio lejos de pasar a Confiar, debido a que las personas que también se presentaron tenían más experiencia que ella. “No sé qué vieron en mí, pero me dijeron que me quedara, me terminaron de hacer la entrevista y al tiempito me dijeron que pasé”, recuerda feliz.

Cristina renunció un diciembre y empezó en agosto del otro año a trabajar en Confiar, estuvo casi un año sin empleo, y como no volvió a recibir mensajes o llamadas de Confiar, se fue a Caucasia con el compañero que tenía en ese momento.

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Su pareja, era un minero y en ocasiones se iba a trabajar con él, olvidándose de Confiar. “Yo ya estaba muy mal con él y un día menos pensado dije: no, yo no me aguanto más esta situación y cuando decidí irme, miré el correo y estaba el mensaje de Confiar, que tenía que presentarme al otro día para firmar el contrato y donde no mire eso… ¡pierdo la oportunidad!”, y hoy, después de tres años, a Cristina le siguen brillando los ojos por Confiar.

Ahora

Cristina logro asociar a su esposo, a su hermano, su madre es ahorradora y la lista sigue… en Dabeiba, ahora van por más de 800 asociados, “lento pero seguro, la cooperativa ha gustado mucho”, dice Cristina, y recuerda al primer asociado de Confiar Dabeiba, don Hernán, el vecino de la cooperativa, “ahí nos sentimos felices, porque nos dimos cuenta de que esto sí iba a funcionar”.

Confiar Dabeiba, fomenta la paz y la inclusión, pues excombatientes también forman parte de esta cooperativa, “Todos de alguna manera, sufrimos y tenemos que entender que ellos hicieron parte de eso por cosas de la vida, por ideologías, porque se los llevaron de su casa desde muy niños… y la idea es darles una oportunidad”, comenta Cristina segura de que Confiar cambia vidas.

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Con su aire de firmeza, humildad y sencillez, Cristina se apropia de Confiar, “porque gracias a ese trabajo hacemos muchas cosas en nuestra vida, en nuestra casa, nos ayuda a construir. No podemos ir a un trabajo por ir”.

“Desde el primer momento que pisé Confiar, me sentí muy bien, porque vi un carisma totalmente diferente, entonces debemos saber dónde estamos, qué queremos y para donde vamos.  Debemos cuidar de este momento, de este proyecto y de este inventico que es Confiar. A eso invito a mis compañeros y compañeras, a empaparnos de lo que es Confiar, a dar lo mejor de nosotros y brindar esa hermosa sonrisa para todos nuestros asociados, ahorradores y clientes de Confiar”.

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