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Alejandra y lo pequeño de la vida

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Después de seis meses de desempleo, la administradora de empresas María Alejandra Vargas Ferro, una mujer de 31 años, con carácter decidido, llega a Confiar como asesora. Su vida ha tenido diversas paradas: nació en Ibagué, fue criada en Bogotá y está radicada en Yopal hace 16 años, de los cuales, 3 ha compartido con la Cooperativa Confiar.

“Desde que llegué a las oficinas, noté la gente, la calidad humana… ¡todo dio un giro! Me di cuenta de que Confiar realmente es la diferencia, por la atención y el interés en las personas”, narra Alejandra con aliento sincero.

Cuando sale del trabajo, en su casa ubicada en el barrio La Bendición, siempre la recibe con ansias su hija Valentina de 10 años y su madre María Sofía, con quienes últimamente ha tenido la oportunidad de compartir de manera diferente, gracias a la pandemia.

“Después de mucho tiempo, he estado aprendiendo a montar patines con mi hija, hasta me di un golpe”

 cuenta Alejandra con una sonrisa, “también estoy aprendiendo a crear cositas manuales con madera”, dice orgullosa mientras muestra un organizador para el baño, que hizo en compañía de su hija.

Entender lo pequeño de la vida y valorarlo, han sido aprendizajes que la pandemia le ha enseñado a Alejandra, quien asegura que también dejó cosas buenas, por eso disfruta al máximo cada momento con su hija.

 

Desde el primer día de trabajo notó que su vida mejoraba y también lo que podía ofrecer a su hija, pues, en Confiar ha logrado terminar de construir su casa, estucarla, pañetarla, ponerle pisos, organizar los baños, ¡hasta se compró un carro!

Así como disfruta tener sus comodidades, le gusta comprender y ayudar a las personas, no solo en el trabajo, también en la cotidianidad del caminar por la vida. Soy muy comprensiva, me gusta ser muy amable con las personas y ayudar cuando veo que es necesario, eso se siente muy chévere”, dice Alejandra, resaltando una de sus virtudes más valiosas.

Con la misma fuerza y energía con que atiende a las personas en el trabajo, educa a su hija Valentina, salen hasta el 24 de diciembre a llenar de alegría a los y las demás. “Con una amiga, un 24 nos pusimos de acuerdo e hicimos una ollada de arroz con pollo, compramos regalitos y salimos a repartirlos”, dice Alejandra, quien nunca olvidará la familia que entre lágrimas agradeció el amor que llevaron a su hogar. “eran las 9:00 de la noche y mi hija no acosaba por los regalos y la ropa de ella, sino que también se metió en el cuento de que teníamos que repartir los regalitos”.

Su voz, tiene un tono fuerte, pero se suaviza con su risa, se sienten los rasgos de su ser: una mujer de carácter fuerte, segura y amable. Sus cualidades y entrega son aún más visibles cuando habla de lo que ama, “Mi sueño es ver a mi hija feliz y darle como madre, todo económicamente y sentimentalmente”, cuando habla de su trabajo, “Llegar a Confiar fue completamente diferente, lo que más me gusta es esa humanidad que le metemos a cada proceso y ese vínculo que formamos con cada asociado”, y cuando habla de Yopal Aparte de que me encantan estos paisajes, me gusta mucho la facilidad de encontrar un lugar agradable para pasar el rato y la familiaridad de la gente. Aquí las personas son muy amables”.

Alejandra, se describe como una mujer temperamental con un pensamiento e ideas claras, así que le gusta encontrarse con personas naturales y sinceras con lo que muestran a los demás. Y dentro de sus palabras, resalta “Hay que agradecer muchísimo la oportunidad que tenemos de pertenecer a este proyecto. Es muy importante que trabajemos desde el corazón para transmitir esa idea y vínculo que debemos lograr con cada cliente. Es muy bonito desembolsar un crédito sabiendo que esa persona va a comprarse su carro o va a mejorar su casa, tener sentido de pertenencia con nuestra cooperativa es fundamental”.

Esa es Alejandra, la mujer que sabe qué quiere en su vida y con paso firme y decidido va hacia sus objetivos y sueños de la mano de Confiar.

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